Pero, ya ves, ni lógica ni futuro ni suficiencias. Más bien, ya no ves. No vemos. No nos vemos. Porque ocupados en el yo jamás podremos ver al tú.
Y pensar que la búsqueda acabó en ti, que nos hacíamos fuertes con cada golpe, que te tenía y me tenías, que jamás estuve sola en el andén.
Pero no. No lo ves. Sigo buscando, me hago pequeña y corro despavorida y sola por la estación esperando el tren.
La felicidad me persigue y yo me empeño en avanzar más rápido que ella.
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