lunes, 30 de junio de 2014

Perdiendo batallas.

Es notarte cerca y sentir que mi cuerpo no me pertenece. Es saber que estamos respirando el mismo aire y no hacer otra cosa que hiperventilar.
Cualquiera ve la muchedumbre pero yo solo te veo a ti. Cualquiera escucha la música y yo solo escucho lo que hablas tú. Y qué triste verte solo a ti, apartar a todos con mi imaginación, dejar hueco para verte y que no te sientas observado.

Imposible no mirarte, imposible no querer tocarte. Inimaginable dejar de recordarte. Y por más que me obligo a olvidarte, más difícil se me hace sacarte de mis recuerdos. Porque no es que me deje sin vida que pueda tocarte o besarte otra persona. Me recorta vida pensar que tú puedes seguir sin mi si yo no puedo ni ponerme en pie.

Y te dejo ver mi poca fortaleza y te haces más fuerte. Pudiendo ser invencibles y no nos cansamos de perder batallas.

Grita.

Te pido que grites. Grita con toda tu alma porque no te escucho. Grita más pero no te dejes la voz llamándome porque no te pienso escuchar. Quiero que te mueras porque no estoy y no te escucho cuando me estás suplicando. Porque sabemos que es ni contigo ni sin ti y aún así nos seguimos buscando.

Más de 1200 kilómetros nos van a separar y tienes que dejar de gritarme. No supimos aprovechar los pocos centímetros que nos separaban cada vez que nos disfrutábamos para no gritar, para que las palabras fueran el mejor recuerdo que nos quedara. Si eso no nos bastó, no me sigas pidiendo desde tan lejos. No lo hagas si no quieres que no pueda seguir con el pacto.
No sabemos ser amantes en la cercanía y nos pedimos en silencio y a distancia serlo. Qué poca cabeza tenemos y cuántas ganas de comernos.
Volviste a dejarme sin palabras pero con una sonrisa interminable. Tuvimos ratos que tendría que olvidar pero que solo puedo guardar como los mejores. Fotos imborrables. Manías intocables. Y besos que te debería comprar ahora que aún no te has ido.

Tuvimos miradas distintas. Y una sonrisa inconfundible, la sonrisa que descubre sentimientos. Supimos mantenerla en contadas ocasiones y eso era lo divertido. Después volvíamos a mirar diferente y a sonreír como todo el mundo sabe.

sábado, 28 de junio de 2014

La vuelta.

No importa que no te gusten las despedidas. A mi me encantaría que no existieran.
No quieras que todos los viajes que hagas tengan una ida y una vuelta.

La vuelta es más que la ida. La vuelta a la normalidad es más que el caos de los días lejos de casa. El regreso a lo que más quieres te deja anestesiada, sin ganas de mover el culo del sitio más maravilloso del mundo. Volver a tu lado es ese sitio tan mágico.
Y por eso no importa que odies las despedidas, porque no tiene sentido estar en una constante cuenta atrás sin querer. Una cuenta atrás cuando estás porque te irás y otra nueva e innecesaria para que vuelvas a volver.

Volver a volver viendo el principio y el final y aún así volviendo al caos.

Cuentos chinos.

Un puro cuento chino eso de que el tiempo pone cada cosa en su lugar. Un puro cuento que el tiempo nos hable de poner a personas en su sitio. Si quiero que ahora estés en mi vida solo bastará con que tú también me quieras en la tuya.
Nada tiene de verdad que el roce hace el cariño. Quién tiene la cara de decir eso si yo a ti, con una sola mirada, tenía de sobra para quererte a mi lado.
Falso que todo va de más a menos o de menos a más. Yo contigo voy de más a más, porque los menos aquí no caben.
Mentira que los besos se dan y no se piden. Nadie me puede decir eso porque si los necesito, te los pido. Y más mentira aún que los 'te quiero' haya que decirlos cuando se sienten. Mentira porque si 'te quiero' ¿para qué decirlo? Notarlo en mi mirada y mis besos será tu misión y si no lo consigues ¿qué sentido tiene decirlo?
Y ojalá fuera verdad que la pasión está en el sexo. Ojalá eso fuera cierto y nos hiciera olvidar todos los cuentos chinos.

Apaga la luz, me dejo llevar.

La noche solo tenía sentido con las chicas. La noche solo podía ser divertida con mis chicas.

Cuatro copas de vino y nuestros vestidos larguísimos dejaron paso a más copas de vinos. Nuestros vestidos comenzaban a tener demasiada tela.
Y más copas de vino. Controlando los sorbos en la comida y desatando esos mismos sorbos entre baile y baile.

Inés vuelve la mirada hacia nosotras después de estar vigilando la entrada y suelta, nerviosa: 'Los chicos están entrando'.
Nuestros chicos. Serán nuestros chicos por esta noche. Y la suerte que tuvimos de encontrarlos... porque, al menos, cambiamos las copas por besos y más risas.

Teníamos que estar preparadas para elegir.
No hizo falta. Puede que fuera porque no estábamos sobrias o puede que ellos escogieran por nosotras; más sobrios que nosotras debían estar.

Y qué vergüenza que nos echaran del local. Qué desastre que acabáramos en la calle cantando por Los Delincuentes y sin poder deshacernos de la tela que nos sobraba de nuestros vestidos. Locura de noche que no tiene su fin en las copas de vino y la entrada de los chicos.

Y me maldigo por no recordar los momentos siguientes con mucha lucidez. Me maldigo porque el chico más guapo me escogió a mi y disfrutar de él habría sido más interesante estando menos borracha de vino y risas.
Ni su nombre ni sus besos se quedaron en mi mente. Pero qué sensación más bonita la de no conocer al tipo y sentir saber todo de él.

En el local, cuando entraron esos chicos, solo quería bailar y dejarme llevar. Cuando estaba con él volvía a dejarme llevar estando a oscuras con un desconocido. Un desconocido del que querría conocer lo que ni él conoce.

viernes, 27 de junio de 2014

Muerde el suelo.

Arrástrate por la vida de quien te importa. Muévete con toda la energía que llevas dentro cada vez que te rodees de gente increíble. Haz de cada palabra, mirada o baile un auténtico chiste.
Y quien te mire pensando que se te fue la cabeza, engánchalo y mételo en la fiesta de tu vida. A quien no te mire ni quiera saber de tu locura, mándalo a morder el suelo.

Porque el estrés y la mala hostia dejan el cutis horrible. Y morder el suelo no les iría mal a esos que buscan los fallos y no ven el lado bueno a nada.
Porque las sonrisas son necesarias cada día. Y morder el suelo les iría genial a los que no sonríen.