sábado, 28 de junio de 2014

Apaga la luz, me dejo llevar.

La noche solo tenía sentido con las chicas. La noche solo podía ser divertida con mis chicas.

Cuatro copas de vino y nuestros vestidos larguísimos dejaron paso a más copas de vinos. Nuestros vestidos comenzaban a tener demasiada tela.
Y más copas de vino. Controlando los sorbos en la comida y desatando esos mismos sorbos entre baile y baile.

Inés vuelve la mirada hacia nosotras después de estar vigilando la entrada y suelta, nerviosa: 'Los chicos están entrando'.
Nuestros chicos. Serán nuestros chicos por esta noche. Y la suerte que tuvimos de encontrarlos... porque, al menos, cambiamos las copas por besos y más risas.

Teníamos que estar preparadas para elegir.
No hizo falta. Puede que fuera porque no estábamos sobrias o puede que ellos escogieran por nosotras; más sobrios que nosotras debían estar.

Y qué vergüenza que nos echaran del local. Qué desastre que acabáramos en la calle cantando por Los Delincuentes y sin poder deshacernos de la tela que nos sobraba de nuestros vestidos. Locura de noche que no tiene su fin en las copas de vino y la entrada de los chicos.

Y me maldigo por no recordar los momentos siguientes con mucha lucidez. Me maldigo porque el chico más guapo me escogió a mi y disfrutar de él habría sido más interesante estando menos borracha de vino y risas.
Ni su nombre ni sus besos se quedaron en mi mente. Pero qué sensación más bonita la de no conocer al tipo y sentir saber todo de él.

En el local, cuando entraron esos chicos, solo quería bailar y dejarme llevar. Cuando estaba con él volvía a dejarme llevar estando a oscuras con un desconocido. Un desconocido del que querría conocer lo que ni él conoce.

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